En agosto de 1997, se despidió de
este mundo “Aristeo Vega”, mi abuelo Paterno. He tratado de recordar cómo era él,
pero solo tengo algunas escenas en mi memoria. Desde que tenía casi dos años de
edad mis papás se mudaron a Tecate, B.C. Mi actual ciudad de residencia. Por
tal motivo, casi no tuve oportunidad de convivir con la demás familia (abuelos,
tíos, primos) Los cuales la mayoría residen en el estado de Sonora.
Sinceramente es poco lo que
recuerdo de él, hubo una ocasión que nos visitó él y mi abuelita (Adela). Y
recuerdo verlo dormido sentado en el sofá casi la mayor parte del tiempo. Creo
que el verlo así me llamo tanto la atención ya que nunca había conocido a
alguien que pudiera dormir sentado jeje, para mí fue gracioso, y curiosamente
es lo que he llevado en mi memoria por muchos años.
Sin embargo, él impactó mi vida mucho antes y después de yo nacer.
Según anécdotas que he escuchado mencionar a mi Papá sobre mi abuelito es que:
fue un albañil, quien antes de conocer de Jesús como su salvador, fue un
poquito borracho, y gruñón jeje, bueno, digamos que tenía su carácter jeje. Fue
hasta que en una ocasión que calló en cama sin esperanzas de vida, cuando
alguien le presentó a Jesús, fue ahí
donde mi abuelito decide dejar entrar a Jesús en su vida, en quien encontró un
propósito y completa sanidad.
Mi Papá cuenta una anécdota en
especial de cuando él era adolescente, perdió una bicicleta, y al conocer a mi
abuelo, decide mejor regresar a casa hasta ya noche, para no levantar
sospechas, ya que sabía que El Aristeo de antes le iba a poner una buena tunda.
Sin embargo al llegar a casa se topa con la sorpresa de encontrar a mi abuelo
despierto esperándolo. Y quien en vez de regañarle o golpearlo, lo invita a creer en Dios, inclusive oraron para que la
bicicleta apareciera a la mañana siguiente, además lo insto a que buscará más
de Dios y declaro palabras de bendición sobre él. De manera sorprendente al
siguiente día aparece su bicicleta. Y de alguna forma esta palabra sembró una
semilla en el corazón de mi Papá, quien después en una clase de escuela
dominical en la iglesia, le entregó su vida a Jesús y decide servirle entrando
a un instituto bíblico, para convertirse en pastor.
He escuchado decir tanto del abuelo,
tanto cosas buenas como no tan buenas. Sin embargo lo que he podido reconocer es que
gracias a sus oraciones, mi papá conoció a Dios, y por medio de mis padres es
que YO TAMBIÉN CONOCÍ A DIOS. Ahora entiendo por qué la biblia menciona: “Mi
casa y yo, serviremos al Señor” (Josué 24:15).
El día del funeral, nos reunimos
toda la familia Vega. Creo que fue la primera vez que vi reunidos a todos mis
primos, tíos, y muchos más parientes que no conocía. Fue mucha gente, personas
que admiraban o estimaban a Don Aristeo, Ese día por primera vez me cuestione
sobre la muerte. Vi que la muerte es una realidad para todo ser vivo, y en
algún momento TODOS tendremos que pasar por ahí. Yo solo estaba expectante,
todo era nuevo para mí, porque prácticamente no conocía a nadie. Por lo tanto,
solo observaba y escuchaba todo lo que pasaba a mi alrededor.
Al escuchar una conversación
entre una de mis hermanas y una prima, sobre lo que pasaría en los últimos
tiempos, que es lo que ya se estaba viviendo, y que dice la biblia respecto a
ello. Ya no solo era mi temor a la muerte lo que inquieto mi corazón. Sino que
empecé por primera vez a cuestionar donde iba a pasar mi eternidad. ¿Qué iba a
pasar si yo moría en ese momento? ¿A cuál de los dos destinos me iría? Ó ¿Qué
pasaría si el rapto se hubiera presentado en ese momento? ¿En verdad yo sería
arrebatada?. Desde que estaba en el vientre de mi madre, yo iba a la iglesia,
conocía toda la dinámica de la iglesia, sabia como debía comportarme y que
palabras decir, por muchas ocasiones pase al altar, pero nunca con un corazón
sincero. Aprendí desde pequeña a ir a la iglesia por rutina, e inclusive llegue
a pensar que por ser la hija del pastor y la pastora y por congregarme cada
domingo o cada que había actividad me hacía buena persona y con eso ya tenía
seguro el cielo. Esa vez, vi mi condición real, comprendí que el hecho de que
mamá y papá fueran personas temerosas de Dios, no me hacía a mí conocer a Dios.
Entendí que la salvación ES PERSONAL y solo tenía que tomar una decisión. Esa
noche fui corriendo a brazos de mamá y le platique mi inquietud. A lo que ella
sabiamente me dirigió en una oración para presentarme a Jesús. Esa fue la primera
oración más sincera que hice ante Dios, y dormí tan a gusto!.
Si supiera el abuelo, que él al
morir, fue un medio que Dios usó para que yo tuviera vida.
No conviví con él como me hubiera
gustado, sin embargo, creo que coincidimos en algunas cosas. Una de ellas, es
su pasión por la música, cuentan por ahí que se la pasaba horas y horas tocando
guitarra, y aunque no tenía un conocimiento técnico del instrumento y solo se
sabía unos cuantos acordes, él lo disfrutaba al máximo. Concuerdo con su
pasión, ya que yo también no sé nada del instrumento, mi forma de tocarlo es muy sencilla, pero ay como me fascina tocarlo.
También dicen que compuso algunas
canciones muy bonitas. Y esa es una de las pasiones que más disfruto, componer,
o escuchar nuevas composiciones. El traer cántico nuevo a Dios, y conocer el
trasfondo de cada canción me hace amar más a Dios y a la música.
Hoy, ya a 18 años de su muerte,
lo que puedo decir, es que gracias, a las oraciones de un músico que adoraba a
Dios con un corazón sincero. Las buenas noticias acerca de Jesús, no llegaron
solo a mi Papá y mis tíos. Sino que transcendió hasta la tercera y cuarta
generación.
De alguna forma el mensaje a
llegado a la familia, algunos tal vez aún les ha costado entenderla, creerla y recibirla.
Pero el mensaje sigue estando ahí. "así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos (Isaías 55:11 NVI) .
Y por lo tanto, yo quiero aprender del
abuelo Aristeo, quiero compartir de esa gloria, ese mensaje que da vida, que
transforma, que dio un giro a mi vida. Inclusive que dicha sería que aun
después de yo morir (que sé que algún día lo haré, pero ahora ya no me aterra
porque sé a dónde voy), alguien más o muchas personas más por medio de mi vida
puedan encontrar vida eterna en Jesús.
¿Quién lo diría no?, ese abuelo
que dije no haber conocido, fue pieza clave para que yo conociera al ser más
extraordinario y maravilloso, que trajo sentido mi vida.
De oídas te había oído; más ahora
mis ojos te ven (Job 42.5)
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